sábado, 19 de septiembre de 2009

EL VALOR DEL ABRAZO Y LOS MOMENTOS COMPARTIDOS

La rutina nos va comiendo inexorablemente de afuera para adentro; yo soy víctima de esa patología. Comienza cuando esa cosa llamada “trabajo” impone sus tentáculos sobre algo más trascendente llamada “vida” y se vuelve incontrolable cuando sus toxinas cierran los caminos hacia unos entes llamados “amigos y amigas”.

Más todavía se ve sus efectos cuando las urgencias del trabajo y la familia socavan lo poco de “maestría de la vida” que va quedando (en muchos casos) a unos años de haber iniciado tan significativa experiencia formativa y va haciendo que los mail se reduzcan, los saludos se silencien y los sueños se “enfríen” ante la impasible realidad.

Pero la esperanza se recupera y las “baterías” se recargan cuando esa llamada, la reunión del círculo, algún cumpleaños, esa voz de consuelo ante la pérdida, la felicitación ante los logros o mejor aún aquel abrazo sincero hace que el “espíritu de Viña” se materialice de nuevo.

DATOS PERSONALES