La mañana presagiaba que algo significativo pasaría en mi vida. Jugaba la albirroja, los autos y casas lucían abanderados y la gente apresuraba sus pasos hacia no se dónde.
La clase fue normal y la faena supuso algo de maestría pero nada advertía lo que sucedería.
Mi cuerpo y mi mente le deben respeto por sus largas horas de servicio. Transitamos caminos y sentimos los vientos de los cuatro puntos cardinales en todos los medios posibles: avión, auto, tren y hasta en línea 11.
Estaba allí cuando lo necesitaba, era un símbolo y bandera, era mi segunda piel y no se si voy a poder reemplazarla ni con el mejor Oxford Burley inglés.
Lo siento en el alma, no tengo consuelo. Perdí mi campera UVM........