El soporte para las muñecas y tu touch pad sintieron en carne propia la rabia de la palabra perdida y la dulzura de la frase efectiva. Te siento como el primer día, con tu olor de nuevo de inocencia de muchacha de campo, cubierta de plásticos inmaculados y discos puros como leche recién ordeñada.
Compañera de vuelo y camino. He visto contigo las primeras y últimas horas de incontables jornadas de estudios y ocio. A ti te debo la musicalidad hecha carne y la base para mis lamentos cantados en esta ventana al mundo.
Fuiste embarcación y bergantín para el infinito mar de ceros y unos de Internet y me mostraste tus mejores secretos cuando mi mente vagaba sin viento favorable. No te puedo olvidar y hasta pensé retenerte a mi lado, aunque Itaca llama al camino.
Te rindo este sencillo homenaje y te deseo el mejor de los éxitos cuando sientas en tu cuerpo las frías manos de alguien que no te siente como yo. Chau amiga y sos la mejor herramienta que la maestría pudo haberme dado. Te mereces las lágrimas…
